Cuando hablamos de vino, nunca hay que olvidarse de que estamos hablando de un negocio. Al final del día todos los que trabajan en una bodega saben que tiene una gran importancia cuántas botellas se venden, a la hora de hablar de éxito. Si un vino recibe loas y aplausos, pero luego no se vende… ¿de qué sirve?
Claramente podemos confundirnos, porque con gran grado de verdad, el mundo del vino es un compendio de bienes y servicios “diferentes”. En este caso, al comprar un vino se compra un producto único, una experiencia irrepetible, que tiene una mística como casi ningún otro bien o servicio. Por eso es que podemos confundirnos. ¿Y en qué sentido? En eso de lo “romántico”, que está buenísimo, pero hay que saber que la meta final es seguir teniendo más consumidores, amantes de un mundo que se vuelve irresistible cuando entrás.
Es aquí donde aparecen los nuevos consumidores que siempre, como lo nuevo, serán un verdadero interrogante.
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Hoy nos toca transitar tiempos diferentes luego de una pandemia que realmente cambió todo. Fue un hecho sin precedentes en esta generación y ahora podemos medir los comportamientos en “pre pandémicos” y “post pandémicos”. Es así: la pandemia por el Covid trastocó nuestros hábitos y modificó nuestras formas. Sin dudas ya no somos los mismos.
En este viento de cola de post pandemia, es complicado hacer predicciones sobre cómo actuará la demanda en cuanto al consumo de vino.
Pero en este escenario confuso podemos establecer una importante conclusión: el comercio del futuro estará signado por lo digital. Parece una obviedad, pero para algunos segmentos del vino no lo es tanto, o por lo menos no se refleja. Y frente a ese panorama digital y la conducta que tienen algunos consumidores, podemos ir relevando algunas conclusiones.
Estamos sin dudas frente a consumidores más sensibles. ¿A que? A la transparencia, a lo sustentable y a la inclusión, es decir más humanizados. Y la conexión será emocional: las nuevas nociones de nuestro tiempo, o miradas como la de tener esperanza serán fundamentales en las sociedades del futuro.
Un mundo cambiante
Si tuviéramos que definir la percepción del mundo que tiene la mayoría de las personas que habitamos en estos días el planeta, tanto en nuestro circulo chico como aquel que se extiende más allá de nuestras fronteras, podríamos decir que hoy la realidad se nos presenta con algunos “peligros” o ciertas alarmas. Es un mundo convulsionado, en muchos aspectos. Eso genera temores, y nada más paralizante que el miedo.
Sumado al acceso de información circundante y a la irrupción de la Inteligencia Artificial, los consumidores del futuro se perciben mucho más exigentes en lo referente a los estándares de calidad que se les ofrece en bienes y servicios, además de ese perfil “eco friendly” descripto anteriormente.
Particularmente en el vino se está frente a un enorme desafío: brindar productos sinceros y de gran calidad, agregando valor a lo que aporta como una bebida natural y ancestral. Que además se diferencia de otras bebidas por su historia, por ser parte de la cultura, por recordarnos a nuestros afectos.
Son una serie de factores los que están contribuyendo a esa adaptación a los nuevos paladares: la llegada e instalación de los vinos orgánicos, que respetan el ecosistema donde se cultivan, la adaptación a las tecnologías actuales aplicadas a la industria y el vinculo de las empresas con los intereses particulares de esas personas que adquieren los productos. Podrían ser esas las llaves maestras para empezar a comprender a estos consumidores del futuro.
Los consumidores de vinos de hoy no son los mismos de los ayer ni serán los mismos del mañana. Ante esta sobreexposición de información, los cambios rotundos de un mundo agitado y la constante necesidad de encontrar lugares seguros de consumo, los productores de vinos están ante un gran reto: lograr el equilibrio en sus mensajes para poder alcanzar un público más amplio.