Referente indiscutida de la arquitectura del vino, Eliana Bórmida fue distinguida recientemente como “madrina” del Programa Catedrales del Vino.
[dropcap size=big]E[/dropcap]liana Bórmida desde 1972 es socia fundadora del Estudio Bórmida & Yanzón, donde actualmente trabaja con un staff de más de 20 arquitectos. Entre tantos reconocimientos a lo largo de su carrera, acaba de ser nombrada “madrina” del programa Catedrales del Vino, que tiene por objeto poner en valor la arquitectura y el patrimonio de las bodegas, promovido por el Colegio de Arquitectos de Mendoza, Bodegas de Argentina y el Ente Provincial de Turismo.
Durante los últimos años pasaron muchas cosas dentro de la arquitectura del vino, y Eliana Bórmida ha sido una protagonista indiscutida de las transformaciones que vivió la industria en esta materia.
– ¿Cómo ha recibido este reconocimiento por parte de sus colegas y de toda la industria vitivinícola?
– Es muy emocionante desde lo personal, pero como significado de todo esto veo un momento de mucha madurez. Walter Bressia (presidente de Bodegas de Argentina) dijo que hoy el vino es mucho más que una bebida, es un bien cultural. Haber llegado a escuchar este concepto por parte de los bodegueros significa un grado de madurez enorme. Hace 20 años el bodeguero se interesaba solo de las características de su vino, de su producto. Hoy ya están entendiendo que el vino es parte de una sociabilidad, de un paisaje, de la identidad de la provincia y que para todo eso, se necesita que haya un trabajo sobre los lugares, la arquitectura y los espacios donde se elabora el vino. Todo esto es un indicio que toda la sociedad esta muy involucrada, y que está trazando lazos. Esto ya no lo para nadie.
¿Imaginaba esta madurez de la industria cuando comenzó a proyectar la bodega Salentein hace alrededor de 20 años?
-Yo soy muy idealista. Lo imaginaba, pero no soy capaz de diferenciar lo que es una fantasía mía y lo que puede ser una profecía. Siempre veía que eran hilos que estaban tocando en la misma armonía, pero hoy tenemos un violín para tocar todos la misma música.
– Después de una trayectoria tan rica en la arquitectura de bodegas en diferentes partes del mundo. ¿Qué desafíos tiene por delante?
– Ahora mi mirada está puesta en los pueblos vitivinícolas, en el viticultor tradicional de Mendoza que ha quedado con sus viñas pequeñas, con uvas que hoy no son las que se reclaman, por lo tanto, uvas que no tienen precio. Hay un gran trabajo de viticultura y vitivinicultura que hay que hacer en las bases de nuestro oasis mendocino, que también merecen plegarse en todo este despegue. Es un trabajo más complicado que hacer, pero si uno pudiera colaborar para el desarrollo sostenible de esos lugares, es lo que más me gustaría hacer en este momento.