El propietario de Bodega Matervini hablo con VyBV sobre la realidad del sector, la nueva cosecha y la actualidad del Malbec.
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[dropcap size=big]E[/dropcap]l destacado winemaker describe el presente de los vinos de su bodega de alta gama, en un paraje paradisíaco de Perdriel, Luján de Cuyo. Más allá de los problemas que atraviesa el sector, afirma: “No hay excusas para no tener entusiasmo o, de lo contrario, hay que dedicarse a otra cosa. Después de todo, el vino no va a estar entre las 10 actividades más rentables. Estamos en el vino por pasión, genuinidad, historia y porque lo sentimos”.
¿Cómo concluye la cosecha 2019?
Lo que hicimos está muy bueno, con vinos equilibrados e intensos. Estamos todos muy contentos y más tranquilos porque tenemos una añada de gran calidad, una garantía para el futuro de Mendoza.
¿Sigue pensando que después del Malbec tienen que venir nuevos malbecs?
Sí, lo vengo diciendo hace años, sobre todo irritado por los periodistas norteamericanos que dicen: “What´s next after Malbec?” Y respondo: “El Malbec no ha sido destronado”. Creo que con su habilidad única de revelar el carácter del terroir, la variedad permite que sigamos desarrollando malbecs de distintas personalidades.
Sin embargo, su última joya es un vino blanco.
Es que para un convencido del Malbec siempre hay una tarde que hace mucho calor y un amigo trae frutos de mar y decís, “voy a traer un blanco”. Es una fusión de Roussanne, Marsanne y Viogner, del Ródano (Francia). Son cepas que provienen de zonas calientes que se expresan muy bien. Un vino distinto, buscando un blanco de carácter. Un vino que nos divierte y lo hemos vendido bien.
¿Cómo lo llamaste?
Soy malo eligiendo nombres (risas). Nuestro blend de uvas blancas, se llama Blanco.
Y nuestro blend de uvas tintas, Tinto.
Hay un dato concreto: el consumo de Malbec cayó en el mercado mundial.
Lo que ocurrió es que bajó la exportación de Malbec a Estados Unidos y, específicamente, los vinos de menores precios. No es porque los americanos no los quieran tomar sino porque no lo pudimos hacer. Tuvimos un tipo de cambio atrasado y una merma en las últimas cosechas que terminó elevando el precio. No pudimos hacer un vino más competitivo y la Argentina perdió su lugar en las góndolas de precios más baratos porque no nos daban los costos. Ahora tenemos que recuperar esa posición y no será fácil.
¿Cómo se supera la difícil situación económica del sector?
No podemos negar los problemas. Pero de los problemas se sale para adelante y para arriba. No hay excusas para no tener entusiasmo o, de lo contrario, hay que dedicarse a otra cosa. Después de todo, el vino no va a estar entre las 10 actividades más rentables. Estamos en el vino por pasión, genuinidad, historia y porque lo sentimos.
¿Cuánto impacta el componente impositivo en la dificultad de crecimiento?
A nadie le gustan las retenciones. Que nos cobren por traer divisas al país, sin tener en cuenta si ese dinero es o no ganancia, es irracional. Argentina es el único país que le cobra a los que salen a vender sus productos al mundo. Esto se tiene que terminar y debe haber una disminución del gasto público en vez de mayor carga impositiva para los que producen y exportan.
Los vinos de Matervini han alcanzado un equilibrio medio en ese péndulo entre madera y no madera, más allá de las modas que impone el mercado.
Vamos por la línea que nos conduce a la uva y el viñedo, para que nos indique qué hay que hacer. Le doy la bienvenida al péndulo de estilos (que imponen las modas), siempre y cuando genere ámbitos de expresión y creatividad. Después, cada uno se baja en donde encuentre el hábitat, donde se siente cómodo, si poca o mucha madera… El péndulo está bueno como método para encontrar la propia identidad.
¿Cuál es la experiencia diferencial que pretende dar al visitante a su bodega?
El enoturista es un entusiasmado del vino. Es el que eligió venir a Mendoza, se autoseleccionó por el vino en vez de ir al Caribe. Es aquel al que le van a entusiasmar nuestras historias y el conocimiento de este rincón de Mendoza. En función de esa experiencia, queremos generar un vínculo que resulte en una venta de vino. A su vez, pretendemos que cuando abra la botella, en un año o tal vez dos, repita y multiplique la experiencia de habernos visitado.
¿Qué futuro tienen las plantaciones de viñedos en zonas poco exploradas, como Buenos Aires, Córdoba a la costa patagónica?
En todos lados la viña crecerá, aunque no creo que logre condiciones tan buenas como en Mendoza. Después de todo, soy un cordobés que eligió Mendoza para hacer un gran vino. He probado los vinos de la Costa Atlántica y los de Garzón (Uruguay) y me gustan mucho. Pero aliento que en todas partes se produzca vino porque crece el mercado para todos.
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