Como siempre, pase y lea. Ahora, hoy le pido un favorcito. Su ego déjelo ahí afuera.
Y es que en el mundo del vino (que es el mundo que más conozco), hay una realidad paralela, cada vez más poblada, y con más definiciones: el mundo de los egos.
En la vida hay ciertos momentos en que nos sentimos bien, importantes, grandes, genios, capos… Momentos en los que tenemos a ese “yo” interno que te fogonea y que te agranda las cosas. Un poquitito y de ves en cuando esto viene bien, pero poquitito.
Pero cuando se te pasa la mano, comenzás a transitar el reino del ridículo. Enólogos, bodegueros, periodistas, influencers, sommeliers. Empecemos…
Servicio y algo más
Es muy común, en este mundo del vino, encontrarse con términos como “el mejor de”, “el más capacitado”, “la mejor nariz”. Claro, es la misma industria de la sommelierie la que fomenta que hay que tener cada vez más medallas en el pecho a la hora de presentarse en alguna competición o evento concreto.
Y lo cierto es que esperar a que una persona me diga cómo debo beber un vino, y con qué comida y acatar eso a rajatabla… y sobre todo permitir que se encasille a ese vino en su parecer o marginarlo a su gusto y con las características que él o ella dice que tiene, siempre es un acto voluntario.
Ese ego sommmelier está, pero los responsables de alimentarlo somos los que lo alimentamos. Si vos lo vas a buscar, te lo tenés que bancar.
La influencia egocéntrica
Otro de los grandes egos que crece en el mundo del vino es el del mundo de la comunicación. Y también tiene la necesidad primordial de ser alimentado. Sin comida, casi que tiende a desaparecer.
Muchos enólogos y bodegueros son grandes especialistas en llevar comida permanente a estos egos. Algunos incluso toman aviones a destinos lejanos para llevarles sus vinos para que se los prueben. ¿Se dan cuenta del nivel de pleitesía? Nada es gratis.
Y esos mismos periodistas (lo he visto en persona) se le animan a decirle al enólogo cómo tiene que hacer su vino. Increíble. Pero aunque usted no lo crea… pasa. Pero pasa, porque se deja que pase.
El ombligo del vino
Basta con salir un ratito de la burbuja y observar con atención a esos egos para notar el nivel de ridiculez. Cuando uno mira desde afuera de ese círculo, la verdad es que no se entiende absolutamente nada.
¿Qué ve el de afuera? Gente que se adula de manera constante, y personas que se mueven incluso juntos pero que en el fondo no se quieren ni un poquito. Todos quieren hacer algo mejor que su vecino -lo cual es lícito- pero en ciertas ocasiones, renegando de sus verdaderos principios.
No hay dudas de que el instinto de superación es genial. Pero percibirse superior al otro entra en el terreno de la estupidez.
No hay que perder el sentido de que lo que importa no es tanto quien hace el vino para disfrutarlo. Lo que hay que hacer es probar vinos. Con solo probar y degustar voy a ir definiendo mis gustos. Probablemente no haga falta saber más cosas para simplemente disfrutar.
Por eso, en todos los ámbitos y lugares, cuando el ego se interponga entre vos y el vino, estarás lejos de la verdad. Tanto el tuyo como el del otro van a influir de manera negativa en el líquido, en donde además es sabido que intervienen muchas más personas de las que conocés para que llegue a vos así.
No hace falta saber mucho más, ni crear egos donde no hacen falta. El vino siempre será un lugar, un estilo, y una historia. Es hora de disfrutarlo.