Por Raffaello De Crescenzo (enólogo italiano y comunicador del vino)

Debido al Covid, la feria más importante de Italia por el sector vitivinícola, ya faltaba por dos años… demasiado tiempo por un País que vive de vino.

Numerosos eventos (tanto dentro de la feria como en paralelo a la misma) y, como siempre, un calendario de citas que se puede definir como mínimo súper rico. Inevitables apariciones de VIPs y desfiles de políticos fueron el acompañamiento a los 4 días de la feria, que mostró lo mejor de sí misma, en su conjunto.

La falta de dos ediciones, la elección (por una vez) de incluir el evento antes del ProWein en Dusseldorf y las grandes ganas de reiniciar, han hecho que el aire respirado con motivo de esta 54 edición, fuera decididamente más chispeante de lo habitual.

Esa sensación de “hay que estar ahí aunque no queramos”, que muchas veces se podia leer en las caras de los productores, ha dado paso (casi para todos) a una energía particular: realmente sentías el deseo de volver a vernos, de estrecharnos la mano, de probar, comentar y contar lo mejor de sus producciones.

Como siempre, cuando hablamos de un evento tan grande, a menudo hay cierta perplejidad antes del principio: pocas, de hecho, las instalaciones para profesionales, prácticamente ninguna entrada gratuita, incluso para las propias bodegas, y algunos costos poco claros para los expositores. Estas fueron las principales quejas que surgieron durante la primera jornada de la feria, que sin embargo dieron paso a una satisfacción generalizada con la tendencia global de la propia feria y los números registrados:

• 4500 expositores;
• alrededor de 90.000 entradas, con 25.000 compradores, de 139 países diferentes (con ausencias casi totales de Rusia, Ucrania, China y Japón);

Una edición de la feria, por tanto, muy adecuada para el encuentro entre productores y profesionales.

Habiendo trasladado el inicio del evento del sábado al domingo y habiendo aumentado significativamente los costes de las entradas, fueron los elementos más responsables de una mayor selección de participantes, con una fuerte presencia de profesionales y expertos.

Maravillosa también la cata de vinos, organizada por Fisar (Sommelier de la Fundación Italiana Hoteliers Restaurateurs), sobre algunas añadas antiguas de Luigi Veronelli, que a pesar de los años transcurridos, siguen siendo bastante sugerentes y aún capaces de emocionar.

De las empresas Monte Cillario (Amarone della Valpolicella), Soloperto Vini (Primitivo di Manduria), Castello di Gabiano (Barbera d’Asti), Noventa (Botticino DOC) y Peri Bigogno (Igp Montenetto di Brescia), las catas que más nos intrigaron, durante nuestra rápida incursión en esta edición de Vinitaly. Empresas que ofrecen una espléndida fotografía de territorios lejanos y diferentes, unidas por la excelencia de sus producciones vitivinícolas.

Nos guste o no, Vinitaly es siempre Vinitaly: una maravillosa oportunidad para el enriquecimiento cultural y personal, en la que el vino es el maestro y tienes la oportunidad de viajar por toda la Italia (y no solo) del vino, saltando de un pabellón a otro.

La cita con la próxima edición, la número 55, es para abril de 2023: del 2 al 5 Verona volverá a ser “caput mundi vini”  !Y nosotros ya no miramos la hora!